Comentario crítico
A pesar de ser un
tema que se puede, en un comienzo, ver como algo trillado durante la lectura
llegué a pensar que si antes de iniciar mi vida laboral se me hubiera
presentado la oportunidad de leerlo habría entendido lo común que pueden ser
ciertos sentimientos que se pueden llegar a experimentar. Tener en cuenta que
un autor francés se acerca a la cotidianidad del profesor costarricense
evidencia, como el educador no es un individuo aislado si no que es parte de un
grupo de personas que atraviesan las mismas experiencias día a día. La lectura
engloba entonces, importantes conceptos y aspectos que definen a nuestro gremio
y que a continuación abordaré.
Primeramente, se
aborda el tema del por qué nos hacemos educadores. Esto puede ser una de las
principales interrogantes que influirán en todo nuestro quehacer posterior.
Muchas veces se inicia como un sueño totalmente idealizado, incluso como el
autor lo describe inspirado por algún docente en nuestro pasado, sin embargo al
llegar a la práctica, esta meta o este ideal no necesariamente se cumplirá. El
choque con una realidad conflictiva, con dificultades de muchas índoles más
allá de desmotivarnos como educadores debería de representar un reto. El poder
llegar a un verdadero “acto pedagógico”, como lo denomina el autor, no es una
tarea simple, aún así el aprendizaje es el eje del ser educador. “La verdadera
enseñanza a todos los niveles adopta a la vez el carácter inquietante del
encuentro con lo desconocido y el apoyo que aporta la tranquilidad necesaria.”
(p.25). Agregado a esto me parece importante rescatar que este aprendizaje es
un ciclo, involucra tanto al alumno como al mismo profesor, quién nunca debería
dejar de aprender en su práctica profesional. Este contexto es afín a todo
docente, por lo que las clasificaciones entre primaria, secundaria y
grado universitario no son más que medidas administrativas ajenas a la
realidad.
Lo administrativo
resulta ser otro aspecto relevante, los educadores estamos inmersos en un
contexto sumamente estructurado, jerárquicamente. Cada puesto con sus funciones
y principios delimitados. Sin embargo, se llega a caer en extremos donde
imposiciones administrativas desvían o alejan al docente de vivir cara a cara
lo pedagógico. Hay una escisión entre los programas administrativos y el acto
pedagógico en sí mismo. Lo cual se puede resumir, con la siguiente frase: “en
definitiva hemos organizado la pedagogía cuando deberíamos haber “pedagogizado
la organización””. (p.53). No se trata de ir en contra de la organización y el
tecnicismo, por el contrario lo que se busca es no olvidar que es cara a cara
con el alumno que el maestro puede desarrollar su máximo potencial.
Retomando
el tema del docente en el aula, otro de los puntos que se abordan en la lectura
y que me parece relevante es el de la “eficacia didáctica” fuertemente asociada
con el anterior punto. Es decir, el docente necesita una flexibilidad que le
permita desarrollar su docencia de la forma más eficaz, adaptando las
estrategias y metodologías a su grupo. Evitando, entonces caer en lo que el
autor denomina “como un deseo de dominio absoluto. Una voluntad de adueñarse de
la mente del otro y de dirigirla en tiempo real.” (p.60) Esta eficacia va
ligada a la calidad. El docente debería tener la capacidad de lograr involucrar
a los alumnos, utilizar motivaciones extrínsecas como temas del gusto de los
alumnos y aplicarlos al método de aprendizaje. Por ejemplo, el empleo de
películas de moda, libros, etc. Todo es parte de la flexibilidad que conlleva enseñar,
no obstante esto no debe perder su eje, que es ser un medio para la óptima
transmisión del conocimiento.
Al comparar este marco en el que se
describe la labor del docente con la realidad nacional, se logran divisar muchas similitudes, entre ellas la
cotidianidad del educador en donde no solo debe responder a las demandas
académicas sino también a cargas extras, comités escolares, capacitaciones,
reuniones de padres, adecuaciones, etc. Si bien es cierto están ligadas al
docente, conllevan responsabilidades fuertes y desgaste laboral. Lo
administrativo puede ser también problemático, ya que se aleja de la realidad
en las aulas. No es lo mismo estar con los alumnos a estar en un escritorio
planeando. Se necesita mayor integración de ambos y un trabajo en conjunto.
Recientemente en nuestro país, se han hecho mejoras al respecto, reduciendo la
cantidad de documentos de planeamientos y de carácter administrativo a
presentar, disminuyendo demandas que en la realidad no resultan tan vitales
para lograr la verdadera transmisión del conocimiento.
La
lectura, logra su acometido de motivar al docente a sobrellevar las
dificultades y más bien visualizarlas como retos, no se trata de alarmarse más
bien lo que se debería buscar desde la formación universitaria para ser
docentes, es acercar al estudiante a la realidad tal y como es, rompiendo con
estereotipos o ideales pero sin desmotivar.
En
conclusión, se sabe que el ser docente es una ardua labor, pero la motivación
resulta ser un eje transversal a lo largo del trabajo, recordando siempre que
fue lo que nos llevó a ejercer esta profesión y sobretodo recordando qué es ser
un docente. En síntesis:
Enseñamos haciendo lo mejor que podemos, en el
seno de los dispositivos institucionales que se nos proponen, poniendo en
marcha gestiones didácticas que intentamos elaborar lo menos mal posible… pero
no debemos nunca perder de vista que el acto pedagógico no puede estar
programado por nadie. Podemos hacerlo
todo para que se produzca, esforzarnos por hacerlo plausible … sigue siendo,
afortunadamente, fabuloso. Aun cuando es previsible, no deja de ser, en el
momento en que se produce, increíble. (p.65)
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